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El difícil tema de la pandemia en las salas de redacción

Por: César Useche | Para Opoanoticias | 20-01-2021



Para cuando los titulares sobre el virus SARS-Cov2 y la enfermedad que causa, la Covid-19, se hicieron frecuentes en la redacciones de los grandes medios del mundo, y la OMS debatía declarar la pandemia, trabajaba como redactor judicial por unos meses en el diario Extra Caquetá. Recuerdo bien que desde esos primeros meses de 2020, las noticias sobre este virus eran preocupantes, como es natural cuando se trata de un asunto que pone en riesgo la salud. Soy de los que se lanzan a buscar la mayor cantidad de información que sea posible digerir sobre un tema que interesa. Claro, no es fácil desempolvar del baúl de la memoria y actualizar, las clases de biología del bachillerato y la universidad, para entender el complejo rollo del ADN, ARN y los virus.


También fui de los que en principio desconfié. Me parecía sospechoso que se acusara a China de crear y propagar un virus de tal naturaleza a sabiendas de la guerra comercial con USA. Y porque por entonces, se había desatado una serie de protestas sociales que tenían un denominador común: el repudio del neoliberalismo que ha conducido a la muerte y a la pobreza a millones de personas en el planeta. Y con el confinamiento generalizado, ¡adiós protesta! Pero pronto llegué al convencimiento que se trataba de un hecho real, de origen fortuito (bueno ni tan fortuito, pues expertos consideran que el SARS-Cov2 como otros tantos virus son consecuencia del desorden ambiental y ecosistémico causado por la depredación humana de la Naturaleza).


Entre los varios artículos que leí sobre el tema, encontré un texto del periodista jesuita español Xavier Dalmau: ‘La larga y peligrosa agonía de los medios de comunicación’. Llamó de inmediato mi atención porque relacionaba el tema de la pandemía y la criris de los medios (los mass media), con una tesis inquietante: (…) Que los medios de comunicación tradicionales, ante el horizonte cierto de su desaparición (...) suponen un peligro [para la sociedad] en su agonía” y que en su “búsqueda desesperada de la supervivencia se lanzan a campañas peligrosas, entre las que ha estado (...), el tratamiento que han dado a la pandemia del coronavirus”, porque cuando “comprobaron que el público se interesaba por las noticias sobre el nuevo virus”, y que entre “más dramáticas fuesen las informaciones, y más catastróficas las predicciones, mayores audiencias alcanzaban (…) entonces se lanzaron todos [los medios] a una orgía desinformativa -en forma de campaña mundial-, impulsando el terror alrededor de la pandemia (…). En resumen, la táctica que están empleando los medios de comunicación consiste, básicamente, en publicar cualquier noticia negativa sobre esta pandemia, y no publicar ninguna positiva o esperanzadora.


No se a ustedes, estimados lectores, pero a mí esa hipótesis me impresionó. Es más, me pareció atrevida. En estos días, releí el artículo de Dalmau y me propuse hacer un ejercicio sencillo: revisar las notas publicadas por algunos diarios regionales sobre el tema de coronavirus, una muestra aleatoria, digamos, y mirar que tanto dramatismo hay en ellas. Sin ningún ánimo de acusar o estigmatizar o cazar pelea con ningún medio o colega.


Para tal propósito, usé la herramienta de búsqueda avanzada de Google. Escogí dos diarios de circulación regional en el Huila (en versión digital) y restringí la búsqueda automatizada al interior de cada una de sus respectivas web, usando como referencia la palabra “coronavirus”. Así que el motor de búsqueda rastrearía todos los textos en esos dos sitios web que contengan dicho término. Me arrojó un total de 75 titulares para descargar, leer y evaluar; publicados entre febrero de 2020 y el 17 de enero de 2021. Hecho lo anterior, los clasifiqué así: “positivos”, los textos con información esperanzadora y resueltamente esclarecedora (cierta y científica); y “negativos”, los artículos que pudieran causar miedo, pánico y terror, como afirma Dalmau. También hice una lista de palabras clave o tags contenidos en los textos analizados.


El resultado de esta pesquisa y análisis (ver tabulación): setenta punto sesenta y siete por ciento (70.67%) “negativos”, frente a un veintinueve punto treinta y tres por ciento (29.33%), “positivos”. En la lista de palabras sobresalen: pandemia, contagio, muerte, deceso, falleció, daño, infectado, víctima (que en sí tienen carga semántica negativa), alerta y se dispara. Y además, en una tercera parte de los titulares, se destaca el número de personas que han contraído el virus, enfermado y/o muerto por esa causa.


¿Confirma esto que Dalmau tiene razón en su hipótesis? Solo en parte, a mi entender. Me explicó: es evidente la tendencia predominante de carga semántica negativa en la información que se publica en los medios analizados. Lo cual, pues, no es bueno, porque ciertamente obra como el golpe de una gota de agua en el subconsciente de los lectores y fortalece, digamos, los sentimientos de miedo, terror y desesperanza. Eso es como una especie de programación neurolingüística. Y lo peor, a la larga desinforman. ¿Por qué? Lector, porque solo una cuarta parte de la información publicada apunta a educar, a informar con base científica sobre a pandemia del coronavirus SARS Cov2. Es muy poco, pienso, dada la importancia y gravedad del tema: la gente muere.


¿Es esta tendencia informativa dominante una decisión totalmente consciente en las salas de redacción? ¿Son así de perversos los dueños, directores, jefes de redacción, editores y redactores? Me niego a creerlo. Quizás en algunos casos de grandes medios en otras latitudes. Humanos somos todos y el interés nos mueve. Pero imposible de probar.


Pienso sí, que no ha habido suficiente reflexión en las redacciones y tal vez poca o ninguna capacitación y asesoría experta y plural. Ojalá esté del todo equivocado. Pienso además, que nos dejamos arrastrar por la corriente que se impuso desde los medios grandes dominantes, y quizás también, por orientaciones de gobernantes y políticos oscuros, esos sí por entero perversos. Total, a quien más ha servido el aplacamiento forzoso de las protestas, sino a los gobiernos corruptos, como los nuestros. ¡Exagero. No, que va, no es difícil de demostrar!


Alguien dirá, si se ha infundido tanto miedo, ¿por qué la gente no acata las medidas restrictivas y precautelativas para evitar la propagación del virus, contraerlo y posiblemente enfermar? El asunto es complejo:

  • en realidad la inmensa mayoría de la gente no se informa, solo sigue rumores, información distorsionada por el voz a voz;

  • la gente poco lee;

  • carecemos de sentido crítico; no nos educaron para pensar;

  • los niveles de escolaridad son bajos y de baja calidad;

  • somos altamente indisciplinados

  • no confiamos en el gobierno ni en las instituciones (bueno, eso no es malo del todo).

  • y por sobre todo, la pobreza.

Esas medidas de autocuidado y encierro son para los que pueden darse ese lujo. La inmensa mayoría no tiene como, no puede lavarse a cada rato las manos, comprar tapabocas, desinfectantes, y dejar de trabajar. Así que seguro, contra lo que desean, cuidarse, se exponen a contraer el virus, y se pegan de lo único que no les cuesta un peso: rezar (no siempre, porque hay que darle el diezmo al pastor).

Se podrá argumentar también, que la pandemia es en sí un hecho catastrófico. Es cierto. ¿Pero por qué insistir sistemáticamente en ese enfoque de la información? ¿Por qué ese desequilibrio entre las notas positivas y las negativas? Apuesto que más de un año después, la personas aún no tienen claro (es decir con fundamento científico) los asuntos claves: cuál es la naturaleza del SARS Cov2, cómo se propaga, si puede o no prevenirse la enfermedad con los primeros síntomas, cuándo sirven el distanciamiento y las mascarillas, cómo obran las vacunas… en fin. Al contrario persisten los mitos, se desconfía de la ciencia, porque así lo alientan ciertos políticos y religiosos.


Bueno, que más puedo agregar, para cerrar y no extenderme tanto. Reafirmo que hace falta reflexión y capacitación en las salas de redacción. Todavía es tiempo. La pandemia no termina con el inicio de la vacunación (en otras partes del mundo, aquí, con este gobierno bueno para nada, estamos cagados y con el agua lejos). El virus muta, es su naturaleza. Miles de millones de dosis de vacunas no se producen, distribuyen y aplican de la noche a la mañana.


Gobiernos local, regional y medios deberían actuar juntos y de forma positiva y proactiva, sin que signifique manguala. No lo están haciendo. En realidad juegan ¡a sálvese quien pueda! y a ¡cuánto gano yo en esto!, así de dientes para afuera digan otra cosa. Y eso, amigos, no es el camino.

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